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En medio de la noche, he cerrado mis ojos para verte, he juntado mis manos cerca del corazón, para sentirte cerca y así pedirle a Dios que te proteja, que mire con bondad tus intenciones y te conceda todo lo que anhelas.

Le he dicho cuánto me importas y por lo que quiero, que siempre te encuentres bien, y que en los momentos en los que te sientas perdido sea él la  luz de tu camino, como un farol de interminable combustible de esperanza y fe, también le he pedido que sea para ti, maestro y guía para darte certeza y ciencia hasta llegar a tu destino, que sean sus enseñanzas una brújula que te den un norte en el mar de tu vida, y su palabra aunque no la quieras escuchar, una verdad que no puedas descartar y a la que recurras cuando tu alma atribulada, así lo necesité.

Igualmente, he deseado que cuando las fuerzas te traicionen, las dudas y los temores te asalten nazca él con ímpetu y coraje en tu corazón para que nunca dejes de avanzar, que sea tu fortaleza y cayado donde te puedas apoyar, que te bendiga con salud, prosperidad y alegrías, y que manen de forma inagotable hasta satisfacer tus ansías de vida.

Cuando las circunstancias soplen malos tiempos y todo esto nuble tu razón, se revele a ti y salga a tu encuentro, apacigüe las aguas, abra los cielos,  te devuelva la visión y la maravilla de un mundo a color.

He permanecido en silencio pero con la confianza de que se me  escuchaba, y he dado por hecho de que tus días serán colmados con su presencia de paz y regocijo, para ti y tus seres queridos.

Finalmente, le he pedido que estas palabras portadoras de mi cariño se conviertan en abrazos que viajen por el infinito desafiando el tiempo y el espacio para rodearte de sincero afecto e inmensa gratitud.

 

 

 

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