Te acuerdas del tiempo, en que tenías alas y podías volar, de aquel tiempo que al cerrar tus ojos muchas emociones te hace evocar, donde luchabas con dragones y salías vencedor, donde tu fuerza residía en tu gran valor y tu imaginación era todo lo que necesitabas para crear uno y mil mundos.
Has sentido nostalgia de aquellos momentos, cuando no sabíamos nada pero teníamos la curiosidad suficiente para aprenderlo todo, donde no se agotaban los porqués y queríamos comprobar cada cosa, como si fuéramos un scanner que a todo le pasábamos la lengua y cada objeto guardábamos en la boca como si, este fuera el lugar más seguro o el detector más fiel, y era un milagro si a consecuencia de ello no caímos en fiebre y por el contrario generábamos defensas, ante el siempre atento ojo de nuestros padres, que por suerte o maña podíamos evadir.
Ya recordaste, cuando tu única preocupación era la tarea, saltar la soga y compartir tu lonchera, cuando sabíamos reír y llorar sin vergüenza, y las travesuras eran lo acostumbrado, no por villanos sino por aventureros, y que muchas conllevaron que nos inmolemos en una caída, rasguemos los pantalones junto a las rodillas, aquel tiempo en el que nuestras caritas se encendían de color y el sol todavía era nuestro amigo, y cuando se despedía para que volvamos a casa nos daba el plazo suficiente para guardar en los bolsillos las chapitas, canicas o yaquis, que habíamos ganado, como las medallas por divertirnos aprendiendo, porque en cada juego teníamos tantas lecciones como en cada materia.
Tienes ganas de volver a ese tiempo cuando éramos vivaces, confiábamos en el mundo y en que podíamos conquistarlo, cuando no había límite para la fantasía, y en base a una caja de cartón podíamos edificar un palacio, encender un carro, dar la vuelta a la galaxia en un cohete y todo a la vez, cuando nos provocaba cabalgar en los palos de escoba como el Legendario Zorro y encender la batiseñal con una linterna en la oscuridad de la noche, cuando nuestra vida giraba detrás de una pelota y parecía que era lo único que nos importaba.
Quisieras volver a dibujar con un lápiz tu reino y pintar con crayones de alegría no solo las paredes sino tu vida, volver a los techos para cazar estrellas con tu mirada y guardarlas bajo las cobijas durante las noches, juntar tus manitos para encontrarte con tu angelito de la guarda y pedirle su compañía para ti y los tuyos, quisieras volver a caer exhausto, afligido o feliz en el regazo de tu madre y sentir que por fin conseguiste la calma de saberte querido y que mañana será diferente y mejor, escuchar de su dulce voz o de la voz grave de tu padre los cuentos con los que te apasionabas y clamabas que te los volvieran a contar una y otra vez como si se tratarán de una historia sin fin, en todas las versiones posibles para recrearte de nuevo con esa fantástica realidad.
Quieres volver a ser súper héroe o hada, creer en los duendes y en Papa Noel, desenvainar tu tenedor como espada o mejor como barita y llenar de magia el espacio, salir tras de tu perro y embarcarte en una nueva aventura.
Entonces, si es así, que los años no te condenen, no dejes de ser quien siempre has sido, aviva la llama de tu verdadera esencia, vuelve a ver la vida con inocencia, con el deseo de querer descubrir todo lo que el mundo aún guarda para ti, devuélvele pasión a tus actos e ilusión a tus días.
La infancia marca de por vida, procuremos para los niños una infancia feliz, para que sean personas con espíritus libres, que esa época sea el origen de su personalidad esperanzadora